• Las romerías mariñanas y las fiestas de Betanzos

    Publicado en la revista Outeiro, nº 25 el 01/06/1987

    No es una novedad que festejos votivos los hubo, quizás, desde la existencia del hombre. Aunque resulta paradójica su motivación en el triunfo o en la desgracia, para la posterior exaltación o desbordamiento de los instintos de supervivencia, en donde nace la nueva tradición y la posterior evocación de los valores nativos, característica de cualquier medio generacional que pretenda subsistir.

    En esta línea, se desarrolla el intento de apropiación y reciclaje que las clases dirigentes, civiles y religiosas, pretendieron ejercer en todo tiempo sobre la genuina cultura popular. Conducta que se muestra en la particular adaptación del significado original, para con encubierta actuación alcanzar otros fines ya premeditados.

    Una rigurosa memoria histórica no ocultaría que con esta actuación obtuvo eficaces resultados en el siglo VI Gregorio el Grande: «No suprimáis los festines que celebran aquellas gentes en los sacrificios que ofrecen a sus dioses, trasladazlos únicamente al día de las fiestas de los santos mártires, a fin de que, conservando algunas de las groseras alegrías de la idolatría, se inclinen más facilmente a gustar de las alegrías espirituales de la fe cristinana». Sea la cristianización del monte de San Antón, San Juan de Medela, Santa Marta de Babío… Un amplio calendario tradicional que entre San Juan y Difuntos, convierte a «Las Mariñas dos Condes» en constante romería.

    Romerías que, por lo general, gozan de una estructura común. Se inician con la «Alborada», sones de gaitas, tamboriles, panderos, y, en ocasiones, bandas de música. No faltan los fuegos de artificio, retumbe que propicia rivalidades entre parroquias, reclamo del romero en hermanable encuentro con el tañido de cansados badajos. Repicar de campanas, llamada a la participación en los actos litúrgicos, cénit espiritual de toda romería, con misa solemne, ofrendas de exvotos y otros dones, procesión, puesta del Santo, subasta pública de lo ofrendado. Muy pronto dará comienzo la segunda fase de la romería, lo que ha venido a llamarse desacralización, los manteles colorean el solar y muestran los suculentos manjares de la gastronomía nativa, rica y abundosa, regada con los célebres caldos del país, de los que ávidamente darán buena cuenta los «ofrecidos» y acompañantes, para reponerse de la sufrida penitencia. Recuperados los ánimos, la música invita al baile, quedaron atrás los fines de fiesta con el crepúsculo, los farolillos y la electrificación prolongan las veladas hasta bien entrada la madrugada.

    Nuestras romerías, más o menos especializadas, de la Santa Cruz de Aranga con la «Fuente de la Mylagrosa Santacruz», agua bendita que liberará a los campos de plagas; San Paio de Tiobre, a quien se solicita la protección de la salud de personas y animales; Santa Marta de Babío, aceite que calmará y curará las dolencias de los oídos; Nuestra Señora de los Remedios de Betanzos, que nos librará de todo mal y favorecerá en la desgracia; la Angustia, la Magdalena, Fray Pedro, San Cosme, San Ramón… y San Roque, patrono tutelar de Betanzos.

    Romerías de cantiga, de coplas y decires conservados por la tradición:

    A Santa Cruz de Aranga
    ha de dar ós seus romeiros
    auguiña da sua fonte
    e sombra dos seus castiñeiros.

    Aparta, Aparta,
    nube negra desta terra
    que hai un tronante enterrado
    en San Xoán de Medela.

    San Lázaro querido
    che quite a enfermedá
    e che poña a sanidá
    polo amor que lle tés
    dalle un biquiño ó Santo. Amén.

    Esta diversidad ritual, festiva, derrochadora, con claros exponentes del espíritu medieval, se sublime en la vieja capital mariñana con las fiestas sanrroqueñas. Nacieron de la espontaneidad y gratitud de los brigantinos al peregrino de Montpellier, por haber atendido sus rogativas para librarles de la peste negra. Voto perpetuado y en constante renovación, mantenido desde principios del siglo XV, bajo promesa de celebrar «fiestas publicas al Santo, no solo en lo tocante a la iglesia y culto devino, con Misa Mayor, Sermón, sino tambien otras fiestas y regoçijos publicos de Comedias, toros, mascaras, torneos y otros, y fuegos como se estila y acostumbra hazer en fiestas solegnes…». En el futuro la ciudad de Betanzos responderá agradecida a sus beneficios, en 1737 le nombra «Patrono Tutelar», y en 1940 le impone la medalla de oro de la ciudad.

    Como pueden observar, se trata de un compromiso éticamente dispuesto, que aborda el sentido espiritual y profano de la vida. Vertientes devocionales que subsisten con las lógicas variantes que el progreso impone. Veamos su trayectoria:

    LAS FUNCIONES RELIGIOSAS

    Las funciones religiosas comienzan el día 7 de Agosto, con la solemne novena al Santo, que se ultima el 15 con la no menos pomposa procesión. En las antiguas ordenanzas de la cofradía, aprobadas en el cabildo del 26 de Julio de 1579, se establece «que en bispera de la dicha fiesta aya bisperas solemnes en la capilla… y despues agan procesión general por toda la ciudad como es costumbre y saquen al glorioso santo en sus andas en ombros de quatro cofrades, yendo por orden y concierto por la calle Traviesa a Nuestra Señora del Azogue y a San Francisco, saliendo el convento de su casa y a la iglesia de Señor Santiago y por la plaça abaxo a la dicha capilla de Señor San Roque». Otros mandatos se preocupan de la Misa, de la celebración de un «juego de sortija», sin faltar entre otros pormenores la conveniente «colación».

    Todas las ceremonias se celebraban en su capilla, hasta el año 1973 en que su altar se instaló en la iglesia de Santo Domingo, entonces fue restaurado y pintado por el imaginero santiagués Antonio Rivas. A San Roque, por antigua costumbre, no se le priva del agua de su calabaza, Betanzos le procura el primer ramo de uvas de la cosecha, en ocasiones sujeto al cayado, otras veces colgante de su brazo derecho, de cualquier manera un ofrecimiento de generoso detalle que procure Pepe Lastres, desde que falta «O’Gayolo». Así, sobre andas, recorre las calles de Betanzos, empinadas, tortuosas, medievales… Siguiendo el mismo itinerario señalado por nuestros antepasados, con asistencia de la Excma. Corporación Municipal bajo mazas, la comisión de festejos, las danzas gremiales, agrupaciones folklóricas, y otras muchas representaciones.

    El 16 de Agosto, día de su festividad, tiene lugar la función del Voto. Es preciso no perderse la espectacular comitiva que acompaña a la Corporación Municipal desde el Ayuntamiento hasta Santo Domingo, los gigantones y cabezudos, la coca y los «gamachiños» (diablos), las danzas gremiales, grupos de gaiteros, la reina de las fiestas y su corte de honor, la banda de música… entre el repique de campanas que distingue «La mayor», de la torre del Concejo, los cohetes se elevan con pírico silbido, mientras en el reloj suenan las siete.

    Ya en el atrio, el arcipreste de Xan Rozo, y párroco de Santiago D. Román Bretal Sieira, recibe a las autoridades, desde el pórtico les acompaña a lugar preferente de la nave, dando comienzo la Santa Misa, en la que intervienen un preclaro orador sagrado, el oferente Alcalde de la ciudad, y la Coral Polifónica de Betanzos que realza la concelebración. Finalizados los actos religiosos, le comitiva regresa con idéntico protocolo.

    La última función religiosa de los festejos tiene lugar el día 24, con le celebración de la antigua romería de San Paio de Tiobre. Cada año aumentan los romeros que se acercan al inmediato «Betanzos o Vello», para invocar la protección del Santo. Por el ruinoso estado de la ermita, los actos litúrgicos se desarrollan en la parroquial de San Martín y los profanos en el campo de San Paio, próximo a su fuente, como es habitual en la mayoría de los santuarios.

    LOS FESTEJOS

    El día 14, la campana de la torre municipal y veintiuna «bombas de palenque» anuncian el comienzo de los festejos. Es un día tranquilo, si se le compara con los diez que ininterrumpidamente le suceden, la vida cotidiana despierta con el ánimo y el lógico movimiento comercial que antecede a toda fiesta que se precie, un ir y venir en la elección de productos que las pacientes y expertas manos de nuestras cocineras convertirán en suculentos manjares, mariscos, pescados, empanadas, carnes variadas y exquisitos postres, deleite del más exigente gastrónomo, son el ingrediente matinal de esta jornada de iniciación al desenfreno, en el más amplio sentido de su significado.

    Al atardecer se corona e la reina de las fiestas. Desde el ex-hospital de San Antonio una comitiva, anticipo de la que intervendrá en la Función del Voto, se dirige hacia el Ayuntamiento, la futura reina del brezo del pregonero, llegados a la Plaza de la Constitución y ocupado el sitial de la tribuna, el Alcalde la declara reina y señora de los festejos. A continuación, desde la balconada del Palacio Consistorial, la Corporación y la comisión de fiestas presiden la lectura del pregón, siempre generosamente aplaudido por la gran multitud que rebosa espacios.

    Todos los días despiertan con pasacalles, se multiplican los cohetes; el artístico alumbrado, caprichoso de formas y colores, vislumbra el valle y las torres se iluminan. El aconsejable programa, editado por los vicarios y realizado por el Seminario de Estudios Mariñanes «Untia», le permitirá seleccionar entre la varia y atractiva oferta, competiciones deportivas, actos culturales, festivales, romerías y espectáculos, son el reclamo a su participación.

    Sin dejarme llevar por el programa, les invito a seguirme en tres manifestaciones de extraordinario interés: LA FERIA y EL GLOBO del día 16, y LOS CANEIROS del 18 y 25. Les aseguro que en ninguna ciudad gallega encontrarán demostración etnográfica y antropológica tan diversa.

    Nuestras ferias conservan todo su carácter ancestral, la plaza se llena de tenderetes en los que se comercian hierros, paños, sellas, plantas, semillas, zuecos y una inagotable gama de artículos, que llegan hasta las antigüedades, la porcelana china o la escultura morena del Senegal. Entre sellas y barriles, cerámica popular y calcetas del país, se desarrolla un mercado nativo que únicamente se produce en estas ciudades, que viven pensando en sus ferias y mercados.

    Con la instalación de las casetas de atracciones, se modifican algunos emplazamientos. Por las principales calles, las cestas se inclinan sobre los bordes de las aceras para mostrar sus productos, en el Cantón Grande de quesos, en le Puerta de la Villa y Rúa do Castro de frutas, verduras, huevos, aves, pan y empanadas.

    Las «pulpeiras» ya en la feria, las tabernas, mesones y casas de comida preparan desde la víspera los conocidos y sabrosos callos con garbanzos, siendo tradicionales en unión del pulpo, la empanada, la tortilla de Betanzos… Todo regado por los únicos caldos del país, de cuya tenencia es testigo el ramo de laurel. Se desbordan los establecimientos y bajo los soportales se improvisan comedores, la algarabía, las llamadas a grandes voces, recuperan en este medio las energías perdidas.

    Todo el día es una preparación para el lanzamiento del Globo, confeccionado por la familia Pita desde 1875, número fuerte de las fiestas. A las once y media de le noche se procederá a colgar «el globo de papel más grande del mundo», en la torre de le iglesia de Santo Domingo. Aproximadamente a las doce estará inflado a base de «pachuzos» de paja, momento en que se hace girar para que más de cincuenta mil personas puedan observar los dibujos inéditos que lo decoran, referentes a sucesos de le vida local, nacional e internacional. Al sonido de una corneta se corta la cuerda, se sujeta la barquilla y ya elevado, los fuegos de artificio lo iluminan, repican les campanas, se escuchan aplausos y vítores, mientras desaparece en la noche como una estrella más. Una gran sesión de fuegos de artificio y la quema de le monumental fachada, dan paso a la verbena que alargará la fiesta hasta altas horas de le madrugada.

    Los Caneiros se preparan con bastante antelación. Se engalanan las embarcaciones con guirnaldas de flores y palmeras, algunas con improvisados monumentos alegóricos, se instalan mesas y bancos, con suficiente holgura en los rebosaderos para permitir el baile y la danza, y río Mandeo arriba se almuerza. En el paradisíaco campo de Los Caneiros esperan las comparsas que se alternan con gaiteros, algunas «pandillas» bailan al compás del grupo por ellas contratado, otras hacen sonar toda clase de objetos, el campo rebosa alegría… a doquier barriles, garrafas y botellas de vino de la tierra.

    Pero lo más sugestivo es el regreso, al lubricán, cuando se encienden los farolillos multicolores, tenue luminaria que se refleja en las aguas, momento propicio para bien comer y mejor beber, horas de cantares a bordo, de confetis y serpentinas que se cruzan y atraviesan las aguas para terminar en desgraciado plato ajeno, intercambio de manjares en generoso y lento descenso. Las aguas se iluminan con destellos de antorchas y bengalas, brillantes surtidores de alegría y cordialidad, en la noche nubosa de gula. Pasada la fuente de Los Angeles, los fuegos acuáticos resplandecen sobre el Puente Viejo, se abandona el río y prosigue la fiesta.

    Vivir las fiestas de Betanzos, saborear las romerías mariñanas, le trasladará al «camino de dioses» que Ziegler descubrió en su paisaje.