• El pendón de la ciudad (III)

    Publicado en Betanzos e a súa Comarca el 01/02/2003. Página 30.

    Panel de la Conquista (detalle). Museo de América de Madrid.Antiguas crónicas locales dan testimonio del ritual que nuestra ciudad disponía para la proclamación de un nuevo rey, una ceremonia común a todos los lugares donde se solemnizaba y que se mantuvo inalterable durante varios siglos.

    Para la proclamación del Rey Fernando VI, el Ayuntamiento de Betanzos dispuso la celebración de tres días de festejos, el 9, 10 y 11 de Septiembre de 1747, organizando además de los actos que estaban regulados, distracciones públicas de máscara, foliones, danzas gremiales, fuegos artificiales, con luminarias y hogueras a fin de alargar tan dichosos días.

    El Palacio Consistorial fue engalanado con colgaduras y un rico dosel recubierto de terciopelo carmesí, en el que se situaron los retratos del Rey y de la Reina, escudos con las armas de la ciudad y el pendón real:

    «preparado el pendon de damasco carmesi y lo demas aderente, del ancho y largo de la seda, rredondo por las dos puntas ynferiores, bordadas a dos hazes las armas rreales de esta Corona y las de la ziudad, de sedas y ttorzales de colores, en una lanza ystriada, dorados los perfiles y de encarnado los guecos, pendientes del hierro superior cordones con borlas de seda…».

    El Domingo día 10, a la hora de diez de la mañana, salía del consistorio La Justicia y Regimiento en pleno, con dos tambores, pífano y clarín al frente. En la Plaza Mayor aguardaban los prelados, las comunidades de franciscanos y dominicos, la nobleza, los vecinos, comarcanos y forasteros, para asistir conjuntamente a un solemne Te Deum y Misa cantada en la iglesia matriz. Las autoridades municipales aparecieron uniformadas con rico atuendo; los regidores con casacas de seda negra, chupas de tela de oro y plata, pluma en los sombreros, prendedores y escarapelas de diamantes, botines de cordobán y demás aderezos propios de gala; los dos reyes de armas con ropas talares de damasco carmesí y sendos cetros en las manos, los alguaciles con cuellos de gola apanalados, capas y varas; los maceros con dalmáticas, gorras y mazas, y los demás oficiales de la república elegantemente ataviados, todos con impecable aspecto y con la gravedad debida a tan importante acto. Una vez finalizada la función religiosa de acción de gracias, regresaron en comitiva a las Reales Casas Consistoriales con el mismo orden mantenido a la salida.

    Por la tarde, los miembros de la Corporación se reunieron en la Sala Capitular y nombraron a dos de ellos para que, con el mismo acompañamiento de la mañana y a caballo, pasasen a recoger en su domicilio a Don Manuel Muñiz de Andrade «que haze de alferez maior». Conducido a dicha Sala, le fue entregado el pendón real de la ciudad por Jacobo de Navia, que portaba la vara de Corregidor y como tal ejercía en este acto, para seguidamente montar en un caballo lujosamente enjaezado que estaba dispuesto en el soportal del Consistorio, situándose a su derecha el Corregidor y seguidos, asimismo sobre cabalgadura, por los restantes capitulares «los reis de armas, porteros, mazeros, veedores, escribanos y procuradores del número y alguaciles delante y los dos ttanbores, pifano y clarin». En este orden, bordearon la Plaza Mayor alrededor de un tablado recubierto con tapetes y alfombras, ante el que descabalgaron el Alférez Mayor, el Corregidor, Don Jacinto Brandariz, el Secretario del Ayuntamiento y los dos reyes de armas, ocupando cada uno de estos últimos los extremos del primer piso y el Secretario un lado del mismo, mientras al segundo subieron Don Manuel Muñiz «que llevaba el pendón en la mano derecha», Don Jacobo de Navia que ocupó su diestra y Don Jacinto Brandariz la siniestra.

    Seguidamente Lorenzo Portillo, primer rey de armas, pidió en voz alta «Silenzio, silenzio, silenzio», y José Sanjurjo Marrón, segundo rey de armas, gritó «Oid, oid, oid», y a este llamamiento todos se descubrieron a excepción de Don Manuel Muñiz, quien por tres veces exclamó «Galizia» tremolando el pendón de la ciudad por Fernando VI diciendo «Biba», a lo que la muchedumbre respondió «Amén. Biba, biba, biba», y mientras los músicos amenizaban el acto desde el tablado se arrojaban monedas.

    Con idéntica disposición el cortejo bajó la calle del Castro, y traspasada la Puerta de la Villa se encaminó al Campo de la Feria, donde sobre otro tablado se repitió el ritual. Acto seguido, continuó por la Fuente de Unta, calle de las Monjas y del Alfolí, hasta la Plaza de la Pescadería o del «Paio Fermoso», en la que se completó la trilogía del ceremonial de la proclamación, para regresar al Ayuntamiento por la calle de Arriba de la Pescadería o de «La Ribera», puerta del Puente Nuevo y calle de San Francisco.

    De nuevo en la Sala Capitular, Don Manuel Muñiz hizo entrega del pendón al Corregidor, quien lo situó al lado de los retratos de los Reyes, bajo el dosel instalado en la fachada del edificio, quedando custodiado, día y noche, por dos porteros del Ayuntamiento.

    De la fastuosidad de los actos y del ambiente festivo de su desarrollo, dio fe el Secretario del Ayuntamiento Don Francisco Caneiro de Arriola, cuyo texto quedó incorporado al Libro de Actas por acuerdo del Pleno, de donde fue exhumado por el cronista Vales Villamarín, nuestro ilustre antecesor.

    La última proclamación celebrada en Betanzos con el ceremonial antecedente, tuvo lugar los días 10, 11 y 12 de Noviembre de 1833 en honor y gloria de la Reina Isabel II.