• Campanas y retablo para la ermita de Los Remedios

    8 septiembre 2013 • Blog

    Retablo de Nuestra Señora del Camino. Archivo del autor.Hace unos años nos referíamos a «Las obras de Los Remedios en el siglo XVI«, aparte del tratamiento general que dedicamos a la fundación de la ermita de Nuestra Señora del Camino en nuestra obra «Historia Documentada de Betanzos de los Caballeros-siglos XV-XVI» , editada por la Fundación Caixa Galicia en 1984 (Tomo I, pág.,232), entre otros artículos sobre su realidad y entorno.

    Como devoto de esta advocación, al igual que lo han sido nuestros antepasados desde la existencia de este santuario, fundado a mediados del siglo XVI, voy a dedicar en este día de su celebración especial atención al retablo, en cuyo camarín se expone al culto y adoración la imagen de Nuestra Señora, y a las campanas encargadas en el segundo y en el último tercio del siglo XVII para convocar a los fieles, por las que comenzamos.

    En Betanzos, el 14 de Noviembre de 1642, se liquidaban las cuentas entre Juan Gómez de los Helgueros, maestro de hacer campanas, residente en esta ciudad y vecino de las Cuatro Villas, y Miguel Flores, mayordomo de la ermita de Nuestra Señora del Camino, por un importe de mil ochocientos cinco reales satisfechos en diferentes entregas que se relacionan, mediante recibos que se destruyen en el acto de formalizar esta carta de pago, por ante el escribano Pedro de Cernadas (Archivo Notarial Coruña. Protocolo 356, folio 127).

    Transcurridos treinta años, y en el arrabal de la Puente Vieja, el 4 de abril de 1672, se reunían por una parte Tomé da Graña, mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora del Camino,y el cofrade Bartolomé de Proame, y de la otra el maestro de hacer campanas Eusebio Rodriguez, vecino de San Esteban de Buño, por ante el escribano don Pedro de Aguiar y Quiroga, del número de Betanzos, para concertar la elaboración de una nueva campana para el templo. Entre las condiciones del contrato, se establece la entrega de la campana existente, que se hallaba rajada, con un peso de ciento noventa libras, a la que se habrían de añadir en la fundición «…Mas cien libras de metal gallegas…», para que con las mermas alcance doscientas y setenta y una libras poco más o menos, como así se cumpliría (Ibídem. Protocolo 510, folio 64).

    Esta campana tan sólo aguantaría tres años, a tenor del contrato efectuado en Betanzos el 7 de julio de 1676, por el que Juan y José Gómez de los Helgueros, maestros de hacer campanas, vecinos del lugar de Irola, jurisdicción de las Cuatro Villas, y Juan Antonio de Solar, vecino del lugar de «çastillo» en el mismo distrito, residentes en esta ciudad, se comprometen a manufacturar dos campanas para la ermita de Nuestra Señora, una de doscientas cincuenta y siete libras libras de veinte onzas cada una, con aprovechamiento de la que está rota o quebrada, y otra completamente nueva de doscientas libras, por un importe de setecientos cincuenta reales de vellón y bajo las condiciones que se expresan (Ibídem. Protocolo 514, folio 143).

    Ya se podían echar las campanas al vuelo, en un año especial para la cofradía, en razón a las pingües limosnas depositadas en las boetas o cepillos, los legados post-mortem, las donaciones y el importe de las misas instituidas por los devotos, cuyo importe le permitiría a la cofradía acometer otras importantes actuaciones en favor del culto divino. Sería así, con las arcas llenas, como podrían permitirse el realizar otros encargos, como el efectuado en el mismo arrabal de la Puente Vieja el siguiente 14 de octubre de 1672, por el rector y cofrades de Nuestra Señora del Camino, con el pintor Pedro Fernández de Belba, vecino de Lugo, quien se comprometía a ejecutar el dorado y estofado del retablo de la Virgen, sito en el Altar Mayor del Santuario, además de la imagen de San José, que estaba dentro de la Capilla Mayor del lado del Evangelio «…con mas pintar y retocar los milagros que hestan en la dicha hermita de todas colores perfetas y buenas…», además de dorar el arco que estaba pintado de blanco encima del altar, y trabajo que tendría que realizar en un mes desde la fecha sin parar (con el registro de entrada 1.153, del 25 de mayo de 1984, presentamos en el ayuntamiento un informe sobre las pinturas murales señaladas, por encargo del teniente de alcalde, con el fin de procurar su restauración), proporcionándole un cuarto en las instalaciones anexas de dicha ermita como prestación. Transcurrido el mes convenido, el 18 de mayo de 1673, se procedería a la tasación de la obra por peritos en la materia, quienes estimaron en ochocientos reales el valor total del trabajo (Ibídem. Folio 122).

    Aparte de la tasación, los peritos señalaron la conveniencia de corregir algunos defectos, un asunto que enfrentaría a las partes hasta el punto de que el mayordomo hubo de requerir testimonio ante el mismo escribano en Betanzos, el 26 de septiembre de 1673, en razón a la negativa del pintor Fernández Belba a realizar las correcciones determinadas por los peritos y abandonar el cuarto habilitado en la ermita para que residiera mientras ejecutaba el trabajo (Ibídem.Protocolo 511, folio 62).

    Como fuese que no alcanzaban mutuo acuerdo, se promovería un pleito ante la Real Audiencia del Reino de Galicia, escribanía de Fariña, y antes de subir a su estrado, se convenían en Betanzos el 10 de diciembre de 1673, por ante el escribano Domingo de Amenedo, y manifestaban que:

    «…Pedro Fernández Belba, Pintor vecino de la ciudad de Lugo, y de la otra Tomé da Graña becino desta dicha ciudad y mayordomo de la Cofradia de Nuestra Señora del Camino de a Par desta dicha ciudad… por quanto el dicho Pedro Fernandez Belba, avia pintado y dorado el Retablo que esta en el altar mayor de dicha Ermita y la ymagen del Señor San Jose, que esta en el Coletoral de la mano esquierda y puesto de su cassa el oro pinturas y mas travajo de manos y despues de echa dicha obra, por su parte y de la dicha Ermita y sus cofrades binieron dos maestros de la arte de pintor de la ciudad de Santiago, a costa de todas partes, y aviendo visto y mirado dicha obra, la tasaron en ocho mil y ochocientos Reales, y demas dello an echo otras declaraciones que costa de dicha tasa…» (Ibídem. Protocolo 347, folio 87).

    A la vista de lo que se le venía encima, no le quedaría otro remedio al pintor Fernández Belba que transigir por lo valorado inicialmente, de manera que acepta y «…se contenta con los dichos ochocientos ducados que tasaron dichos maestros…», apartándose ambos de cualquier otra pretensión.