El edificio de hacer aguardiente en Betanzos
Publicado en Betanzos e a súa Comarca el 01/01/2004. Página 30.
Una industria en manos francesas a principios del siglo XVIII
El 24 de octubre de 1605 el sargento Antonio García Méndez arrendaba, durante dos años, todo el patrimonio recibido en herencia de sus padres a Hernando Prieto de Entrambasaguas, ante el escribano de Betanzos Alonso Vázquez de Aguiar y Cabeza (Archivo Notarial de La Coruña. Protocolo 123, folio 258). Entre las propiedades se encontraba «una casa que sirbe de mesón fuera de la billa y una huerta questa con la mesma Cassa que al presente bibe Pheliz de Goya…», uno de los mesoneros del Campo de la Feria, casado con María de Mandayo.
El mesonero Félix de Goya y su mujer, habían perdido varios hijos, el último con fecha 28 de octubre de 1603, con serios problemas para proceder a su entierro por la negativa del licenciado Sebastián Sánchez, rector de la iglesia de Santiago, a «enterralle en el monesterio del Señor Santo Domingo adonde tengo mi sepultura propia», en razón a obligarle a efectuarlo «en su iglesia en donde tiene enterrados otros hijos» (Ibidem. Protocolo 91, folio 118, del escribano de Betanzos Alonso López Ballo). Fue voluntad divina la feliz crianza de una hija llamada Ana de Goya, que habría de casarse con el mercader francés Antoni Ricard, los personajes de nuestra historia.
Por lo general estos arrendamientos, de corto espacio y por conjunto de inmuebles y heredades, no solían afectar a los inquilinos que los beneficiaban, incluso en caso de venta o de traspaso, de no reclamarse para uso propio: únicamente venían a modificar las condiciones económicas y el tiempo del alquiler.
No sucedió así en el caso de este mesón, puesto que, adquirido por Felipe Rodríguez de Fonseca, vecino de Betanzos, se lo arrienda al mismo Félix de Goya el 25 de marzo de 1619, por espacio de seis años, haciendo constar que le alquila «su casa de mesón y guerta que tiene en el arrabal della segun la llieba y bibe al presente Pedro Manzanas mesonero» (Ibidem. Protocolo 98, folio 256, de Alonso López Ballo). De que se trataba de un mesonero especial nos llega que actuaran «por testigos Alonso Ares de Gondin, Antonio Pita Varela y Pedro Sanchez Pardo becinos y rregidores de la dicha çiudad», a quienes seguramente atendería con especial cortesía y abundancia para «privarse en privado», como se estila señalar en nuestra tierra a los servicios bien cumplidos.
En esta época, y debido fundamentalmente a la inestabilidad que se respiraba en el resto de Europa, se acercaron a nuestro País una nutrida colonia de extranjeros, atraídos por las facilidades para comerciar en paz. En Betanzos se establecieron varios franceses y entre ellos Antoni Ricard, un mercader que se asociaría, en principio, con Pierre de las Reginia, y más tarde con Antoni de Bremond, ambos de la misma nacionalidad, y que dedicaría su actividad a la destilación de aguardiente, al comercio estable de mercadurías y a la exportación de frutas, en especial naranjas, limones y manzanas bravas de la tierra.
A principios del siglo XVII el «agua ardiente» se utilizaba con fines medicinales, en concreto para su aplicación a los apestados y en maceración de frutos, no apreciándose su consumo en estado puro hasta el siguiente siglo, debido a las mejoras obtenidas en el proceso de destilación. Aunque no dudamos que el mesón de Félix de Goya, bien añadido al vino o con algún artificio de su yerno, se convirtiera en el primer punto de venta del aguardiente de Betanzos, «el mejor del mundo» según observamos, con influencias francesas y con el interrogante de su oriundez gascona o de la comarca del Cognac.
El entramado mercantil de Antoni Ricard le obligó a separarse de su hijo, para el que encontró buena acogida en el domicilio de Marcos Mazás o Manzanas, cuya mujer se encargó de su crianza. Esta íntima relación fue, sin duda, el motivo para venderle la mitad «del edificio daguardente» el 15 de junio de 1618, en los siguientes términos:
«En la çiudad de Betanços a quinze dias del mes de junio de mill y seisçientos y diez y ocho anos, ante mi escribano y testigos paresçieron presentes Antonio Ricardo (sic), franzes residente en esta dicha çiudad, y dixo que dende luego en la mexor bia que aya lugar de derecho, bendia y daba en benta a Marcos Mazas, beçino de la dicha çiudad, la mitad enteramente de todo el edefiçio de açer agua ardiente, como son Calderas, pipas, serpientes, doelas pequenas y grandes, y la mitad de treinta y un açunbres de agua ardiente, arcos, binbres, arca, y una herpelleira de paño y con todos los demás Petrechos questan de dentro de la dicha Cassa en donde se aze la dicha agua que hes la dicha mitad de todo eceto del estaño y una manta que heso no entra en la dicha benta, la qual dicha açienda y petrechos dende luego la dexa libre y desenbargada, y el dicho Marcos Maças presente diçe que açeta la dicha benta y dende luego se obligaba… por raçon de lo susodicho dar y pagar al dicho Antonio Ricardo (sic) ochoçientos reales pagos y libres de todo tributo en un año entero que enpieza a correr y contar desde oy dicho día, pagos en dos pagas en cada seis meses… quatrocientos reales… y ansimesmo el dicho Antonio Ricardo (sic) dixo dexaba al dicho Marcos Mazas un bajel y dos barricas de vino atoado que heran suyas propias por razon de la cria de un niño que le abia criado su muger y por otros quales quiera serbiçios que asta el día de oy le aya echo y en razon dello dan Carta de pago el uno al otro y el otro al otro… [Firmado] Antoni Ricard [Roto]. [Resto ilegibles].» (Archivo Municipal de Betanzos. Caja 6.570 de documentos notariales).
La compra anterior le permitió a Marcos Mazás continuar su oficio de «aguardentero», en el que muy posiblemente hubiese sido introducido por el vendedor. El 14 de septiembre de 1630, aparece como «maestro de agua ardiente, vecino de la dicha ciudad», en un contrato de compra con Antonio Bermúdez de Castro en «Raçón de ochocientos acunbres de bino abotado que oy dicho día le bendió y del resçivió de su casa y bodega para aguardiente, medido por la medida mayor de que yo escribano doy fee lo resçivió y se obligó segun dicho es pagarle los dichos cien reales para ello para primero día del mes de nobienbre que biene deste presente año…» (Archivo Notarial de La Coruña. Protocolo 107, folio 424, del escribano de Betanzos Alonso López Ballo). No cabe duda que para la «Feria del mes franco», este vino adquirido por Marcos Mazás, ya destilado y convertido en aguardiente, sería un buen reclamo para los participantes en tan multitudinario encuentro, y la manera de satisfacer su deuda «llanamente de contado», según se había comprometido.
Pocos meses después, el 24 de enero de 1631, Marcos Mazás liquidaba con «onze reales y medio», la deuda pendiente de «tresçientos menos dos reales» contraída con el calderero Hércules do Guier, vecino de La Coruña, mediante carta de pago ante escribano «Por raçón de una Caldera de aguardiente que le avía echo y de todas cuentas que aya tenido con el sobredicho asta hoy dicho día…» (Ibidem. Protocolo 248, folio 112, del escribano de Betanzos Pedro Manzanas y Moscoso). Un documento que permite conocer la identidad del calderero que mantenía en servicio los útiles de la destilería y que ante todo nos informa sobre la continuidad en el oficio.
Esta constancia se evidencia el 26 de abril de 1625, en una escritura del Servicio Ordinario en la interviene Doña Isabel Sequeiros Silva y Sotomayor, condesa de Priegue, en la que se cita a «Marcos Mazás aguardentero» como inquilino de Antonio de Seoane, de la casa de su propiedad «sita junto al Río de cachiñas y baldoncel», confinante con la de Toribio López «alias paxaro pardo» (Archivo Municipal de Betanzos. Caja 6.572. Documentos notariales), sin concretar si se hallaba destinada a la actividad profesional del arrendatario, aunque se tratara de un emplazamiento idóneo al estar inmediato a una corriente de agua.
En momentos difíciles, cuando el oficio no producía lo suficiente para cubrir las necesidades familiares, se recurría a compaginar la actividad con alguna otra, según era habitual y se practicaba en la economía popular del Antiguo Régimen. En este sentido, encontramos a Marcos Mazás, el 20 de febrero de 1632, como «arrendatario de la diezma de la mar» de la ciudad y Ría de Betanzos para ese año, en una carta de pago librada en la feligresía de Santa María de Castro: «y dixo y confesó aver recibido de Pedro Freire de Andrade, vezino de la villa de la Puentedeume, quarenta y siete reales y medio por razón de ciento y veinte y seis millares de naranxa y nueve de limón, que por su horden avía cargado Juan Lorenzo mercader franzés, vezino de la villa de Tremon rreino de Franzia, en un nabio nonbrado La Palma i que al presente esta surto y anclado en la rría de Banobre… ansi en lo que toca a la dicha dézima como portazgo…» (Archivo Notarial de La Coruña. Protocolo 230, Folio 82, del escribano Pedro Ares de Guntin).
Los textos antecedentes merecen alguna que otra reflexión: por una parte se habla de calderas y serpentines que nos acercan a la utilización del alambique o «Pota», como es conocida popularmente en nuestra tierra, y no de la alquitara. En cuanto a la materia prima observamos que se utilizaba vino «atoado» o «abotado», de poca calidad o a punto de perderse, sin referencia al bagazo, «rraspas», u orujo de uva fermentado, del que se obtiene el «aguardiente de orujo», reconocido por la C.E.E. con denominación de origen «Orujo de Galicia».
La destilación de vino en el siglo XVII, un antecedente que resultaría insólito en la actualidad, por nuestra reiterada y mantenida costumbre de destilar únicamente el bagazo. Un ligero cambio en esta tendencia proporcionaría un líquido más completo en aroma, sabor, gusto y delicadeza que el que venimos produciendo, y esto sin detrimento de la «caña» de orujo de nuestra cosecha particular, que armoniza y culmina los placeres de la sobremesa.