• De la arena a la piedra

    Publicado en As Mariñas el 03/06/1994. Página 15.

    «Santa María de Miño. Feligresía. En una como punta entre el puente Baxoi y Ponte do Porco, y este territorio es lo más divertido a la vista que se puede desear…»
    (Fr. Martín Sarmiento, 1745)

    Iglesia parroquial de Santo Tomé de Bemantes, recientemente restauradaEl creciente interés por la recuperación del patrimonio histórico-artístico es una corriente que se encuentra en proporción directa con la sensibilidad de quienes saben apreciar la importancia de la conservación del legado de nuestros predecesores, para que a su vez lo sea de las futuras generaciones.

    En un ayuntamiento como el de Miño, que hasta hace pocos años, una década más o menos, centraba su actividad en favorecer los servicios demandados por la creciente afluencia turística que se acercaba a sus playas, el patrimonio cultural quedó relegado a un segundo plano, en la estricta conservación elegida por los propietarios, preocupados más bien por adecentar el entorno de sus viviendas que en el valor intrínseco de los monumentos de utilización cotidiana construidos alrededor. Los hórreos, pombales, cortijos, patines, balcones, etc., al dejar de ser elementos imprescindibles del conjunto de un lugar, fueron perdiendo el sentido originario de lo útil y necesario, sin tener en cuenta el valor del esfuerzo que había promovido su fábrica.

    Una vez reconocidos los niveles que hacen de la villa un lugar ideal para el descanso, con playas distinguidas, con una ría excepcional para la práctica de todo deporte náutico y de la pesca, extensible a los ríos que atraviesan el municipio, la mirada se dirige hacia las áreas repletas de arte popular, hacia las antiguas construcciones civiles y religiosas, con el ansia del que descubre algo nuevo, no reflejado en las retinas, siempre concentradas en la suave arena de las playas y en las multicolores ondas del mar, reflujos incluidos.

    Si bien las parroquias cuidaron siempre la integridad de sus iglesias con sucesivas reformas, de mayor o menor acierto, mediante la colaboración ciudadana, los medios económicos nunca alcanzaron lo suficiente como para atender la restauración de retablos e imágenes. Es así como el mobiliario de los templos se encuentra en total abandono, y alguno en peligro de desaparición; en este terreno los esfuerzos comienzan a florecer y fructificar, como es el caso de Bañobre, cuyo extraordinario retablo se verá libre de carcoma en el próximo verano: nos esforzamos en conseguirlo, con gestiones a todo nivel, y la constancia y buen hacer de D. Gumersindo vencieron las barreras de lo imposible, y pronto, muy pronto, lo veremos en todo su esplendor de dorados y policromías, como corresponde a pieza tan destacada de la riqueza monumental gallega.

    El acierto de la promoción y señalado del itinerario del antiguo Camino Real-Ruta Jacobea, que desde Neda conduce a Compostela, alcanzó significada importancia en este municipio, puesto que para seguirlo es preciso traspasar «A Ponte Baxoi», uno de los puentes construidos por Fernán Pérez de Andrade «O Bóo», que de encontrarse abandonado, con los pretiles caídos en el río, está siendo restaurado con sumo acierto por las autoridades locales, mediante la colaboración de la Xunta de Galicia, como ya se hiciera con el puente antiguo sobre el Lambre. Una idea que presentamos, aprobada de raíz, que demuestra el interés por la conservación del patrimonio.

    Mucho más complicada resultó la recuperación del molino de viento del Boucelo: de presentado en el XVI Congreso Nacional de Cronistas Oficiales, que tuvo lugar en Ciudad Real en el año 1989, cuando pertenecía a unos siete propietarios, hasta nuestros días, transcurrió un periodo de complicadas gestiones para incorporarlo al inventario de bienes municipales. Fue un hecho de alto contenido altruista y de seria conciencia social, en manos de un excelente gestor, puesto que una vez demostrada la importancia de su recuperación, Don Jesús Veiga se puso al frente de la iniciativa hasta obtener la deseada donación. En la actualidad está siendo restaurado, bajo la dirección del culto doctor en arquitectura Don José Ramón Soraluce Blond, y el auspicio del ente autonómico.

    Otras actuaciones tienen que ver con la restauración del crucero de Leiro, hermosa pieza gótica desplomada, sobre la que asimismo se han tomado oportunas medidas; la fuente neoclásica del Boucelo y su entorno; la escalinata y reforma del atrio de la parroquial de Miño… Esfuerzos todos de diferentes iniciativas, aunque encaminados a la preservación y embellecimiento de valores de gran mérito.

    Lo que mayormente nos preocupa es la atonía que se cierne sobre el santuario de la Virgen de Guadalupe, ubicado en el lugar de Vigo, parroquia de Callobre. Fue construido en la ladera de una exuberante colina, que se enfrenta al grandioso panorama de los altos de Ambroa; el paisaje se corresponde con el de alta montaña, a tan solo diez minutos de la capital del municipio, he aquí la riqueza en la diversidad ecológica de este ayuntamiento, unicamente mentado por la lujuriosa abundancia de arenales.

    Seguramente algún franciscano de Montefaro, procedente de su homónimo extremeño, inculcó por estos lares la devoción a la Virgen de Guadalupe, a la que los naturales levantaron este completo santuario, con fuente de «augasanta», y romería célebre en sus épocas de esplendor, aunque las circunstancias históricas motivaron que incontrolados le prendieran fuego en 1936. Los muros y el bien labrado presbiterio resistieron las llamas y esperan una ansiada restauración. En la doble vertiente de la Virgen del Descubrimiento, con una hagiografía poco extendida por esta autonomía, si bien reflejada en el cancionero por su presencia en Rianxo, y como patrona en diversas tierras del Nuevo Mundo, acogedoras de miñenses, este santuario merece el respeto y la perpetuidad que le arrebataron con la violencia. A las autoridades autonómicas elevamos nuestro clamor, y dirigimos una llamada en pro de la salvación de este singular monumento de tan acusada significación.

    Es preciso realizar una campaña de mentalización conducente a la revalorización de los elementos populares de nuestra cultura. No debe despreciarse absolutamente nada de nuestro entorno, por lo más nimio que pueda parecernos: su conservación será el exponente que señale a las generaciones venideras el interés mostrado por sus progenitores en mantener íntegra la identidad de nuestro País, el suyo.

    De haberse actuado con antelación no tendríamos que echar de menos «La Pumariega», y un sinfín de construcciones desaparecidas, que nadie volverá a ver.

    Los tiempos son llegados.