• Toros en la Plaza Mayor en el siglo XVI

    Publicado en Betanzos e a súa Comarca el 01/06/2003. Página 30.

    Corrida de toros en la Plaza Mayor de Madrid a la antigua usanza. Siglo XVIILas fiestas de toros se venían celebrando en la mayor parte de las capitales de la Península Ibérica desde tiempo inmemorial, si bien su definitiva implantación se desarrolla entre los siglos XVI y XVII, en cuya época el «correr toros» llegó a ser el número predilecto de los festejos populares de Betanzos.

    La Justicia y Regimiento se encargaba de la organización del espectáculo nacional por excelencia, siendo deliberado en sus plenos los pormenores para su celebración, como el disponer la cantidad de reses a lidiar, la instalación del coso taurino, señalar la fecha y el horario, entre otras medidas precisas para garantizar una buena diversión, sin olvidar la reconfortante colación.

    El gremio de los carniceros, de la cofradía de San Jorge, estaba comprometido al aporte de las reses necesarias, cuyo número figuraba en las condiciones para el encabezado de la carne, de manera que sobre el rematante del mismo recaía la obligación. Así lo dispone La Justicia y Regimiento el 7 de Agosto de 1613, al establecer en las bases «y an de dar los toros para día de San Payo, otros tantos como se solían y acostumbraban dar en las obligaciones antes desta» (Archivo del Reino de Galicia. Legajo 3.602-54). A la inversa lo ejecuta el carnicero Pedro Rouco, el 17 de Agosto de 1607, quien a la hora de hacer postura manifiesta que «demás dello daré toros para la fiesta del Señor San Payo y San Roque» (Ibidem. Legajo 10.221-48).

    En el calendario taurino eran de rigor las festividades de San Juan, San Roque y San Payo. En la sesión municipal del 10 de Junio de 1552 (A.M.B. Actas Capitulares. Caja 2) se tomaron al respecto los siguientes acuerdos:

    «Toros [Marginado]. En este rregimiento se mandó notificar a los carniçeros que busquen quatro toros buenos para día de San Juan so pena de diez mil maravedís, e que los repartan entre si conforme al uso e costunbre que tienen.
    Garruchas
    [Marginado]. En este rregimiento se mandó que los beedores agan azer las garruchas y las talanqueras para los toros.
    Colaçión
    [Marginado]. En este rregimiento se mandó notificar al maiordomo que dé la colaçión por día de San Juan, notefíqueselo».

    En el mismo sentido, y en la última década del siglo XVI, Don Diego Rebellón y Aguiar, Procurador General de la ciudad y mayordomo de San Juan, solicita y propone al pleno municipal:

    «que la bíspera de la fiesta del Glorioso Señor San Juan se pudiesen correr en esta ciudad algunos toros y para ellos y buscallos se diese lizencia a los carnizeros de esta ciudad segun costunbre, que todo era en regocijo de las fiestas del dicho glorioso santo y servicio de nuestro Señor. Decretose se le daba licencia para que la bispera del Señor San Juan se puedan correr y corran en esta dicha ciudad tres toros, en la plaza y parte acostunbrada de ciudad, y se notifique a los carnizeros quellos los busquen y pongan en la dicha plaza…» (Ibidem).

    Una buena demostración de que las corridas de toros estuvieron, desde siempre, aparejadas con todos los regocijos de mayor significación y muy arraigadas en nuestras costumbres.

    La Plaza Mayor era acondicionada para servir de coso taurino, sirviéndose de barreras para enchiquerar las reses en un espacio lateral destinado al efecto, y con los accesos de las calles que parten de ella cerrados con talanqueras, al igual que los soportales que circundaban parte del recinto.

    La Justicia y Regimiento presenciaba el festejo desde el primer piso de las Reales Casas Consistoriales, en cuya balaustrada se colgaban los reposteros con los escudos de la Casa de Austria, del Reino de Galicia y de la Ciudad, en el mismo orden que las piedras armeras que campeaban en el segundo piso de su fachada, situadas actualmente en el zaguán. El gentío se arremolinaba apiñado bajo los soportales y en las bocacalles, y las casas engalanadas repletas de espectadores, formando una algarabía ante los lances y proezas de los caballeros y «ventureros», que ejercitaban su maestría con atrevidos alanceamientos y rejoneos, de no aguardar la acometida con garrocha enristrada, y con el constante acoso de los peones.

    Una vez finalizado el festejo, el Ayuntamiento ofrecía una recepción en la Sala Capitular y obsequiaba a la nobleza e invitados además de los caballeros y lidiadores con una exquisita colación.

    La desaparición de esta genuina diversión del calendario de nuestros festejos se debió más a la falta de medios para su organización que a la existencia de seguidores del espectáculo nacional, hasta el punto de haber sido nuestra ciudad la cuna del «Niño Categoría», quien instaba a sus paisanos de Betanzos, el 3 de Junio de 1934, para concurrir al festejo taurino en cuyo cartel destacaba.