• Muestrario simbólico

    Publicado en el Programa Oficial de la XX Vuelta Ciclista a la Comarca Brigantina el 06/05/2001. Página 149.

    Monumento a Fernán Pérez de Andrade encargado por el autor al escultor Eduardo Rodríguez Osorio. Propiedad del autor.A poco de la pérdida de la capitalidad provincial, la ciudad de Betanzos se ve sumida en una desesperanzadora niebla; no se disipaba la bruma ni para la organización de las fiestas patronales, tal y como exponía el Ayuntamiento, el 5 de Mayo de 1846, al Jefe Político de la Provincia:

    «Hubo épocas en que los vecinos gustosos y por turno costeaban esta función, mas decayendo las fortunas en general con la emigración de muchos de los principales hacendados, fue preciso al Ayuntamiento tomarla a su cargo directamente, ya para cumplir el Voto constituido, o ya para evitar que decayese el esplendor del Culto del Santo, que se miró siempre en el pueblo con la mayor predilección»

    Se desvanecían las esperanzas de un futuro mejor, ante el abandono de la maquinaria político-administrativa, mantenida durante cuatrocientos años. Con la desaparición de aquellos mecanismos, se amortizaban empleos públicos y se privaba a la ciudad de un impresionante capital de opinión privilegiada, en un entorno de carencias.

    La ausencia de un sentido racional con miras al futuro, se manifiesta en las actuaciones que se siguen en cuanto a la destrucción del patrimonio monumental se refiere. Con las instituciones también volaron los monasterios de San Francisco y Santo Domingo, la Puerta de la Villa y numerosos palacios, cuyas piedras molestaban a quienes envidiaban hasta a sus antiguos poseedores, ya emigrados, y que se destinaron para obras públicas, donde perderían identidad, como la ciudad misma.

    El empeño por la urbanización y construcción de las vías públicas, hace que el siglo XIX pueda titularse como el siglo de las calles, en ocasiones, por emular a sus dos hermanas en sendos vértices ártabros, con la salvedad de la pereza que siempre arrastró Betanzos de no saber «amueblar» sus espacios públicos, «decorados con jarrones, bustos, estatuas u otros caprichos de esta especie», como «una idea aceptable» en las columnas de «El Censor», el 22 de Diciembre de 1883. Una propuesta que asumimos en la lógica del rotativo de que «si no se empiezan, jamás podrán concluirse», y menos con la ligereza de las prisas, cuyo mejor exponente ha sido la pérdida en nuestros días de cualquier posibilidad de recuperación para la parte baja del Pasatiempo, un monumento que se inicia en la época en que Ruskin afirmaba que el patrimonio arquitectónico era propiedad de quienes lo habían forjado y de las generaciones venideras, lo que nos convierte en simples usufructuarios. Sintonizo con Felipe Senén, en su apreciación sobre que nuestro patrimonio histórico monumental se encuentra sujeto a todo tipo de intereses y especulaciones.

    Hace unos años, recordamos a la Administración la conveniencia de situar en las plazas de la ciudad, monumentos dedicados a personajes ilustres de nuestra historiografía, Alfonso IX, Enrique IV, Fernán Pérez de Andrade, Antolín Faraldo Asorey, etc., un extracto del muestrario simbólico de Betanzos, necesario para «reconstruir a súa memoria histórica», como apunta Torres Queiruga; una ausencia que únicamente encuentra su respuesta «en la falta de identificación con nuestra Tierra y de madurez cultural», y una carencia de sensibilidad que nos arrastra hacia una pérdida irreparable, en contraposición con otras ciudades y villas gallegas, en cuyos espacios públicos se levantan hitos que engrandecen tanto a los homenajeados como a sus promotores.

    De continuar en esta línea, tarde será el día en que un miembro del Club Ciclista Betanzos, en representación de este deporte, ocupe el podium perenne de la gloria, entre el muestrario simbólico que la ciudad presente ante naturales y visitantes.