Glyptografía brigantina
Publicado en Betanzos e a súa Comarca el 01/11/2002. Página 38.
La contemplación de los monumentales enterramientos existentes en nuestros templos, por lo general pertenecientes a la nobleza y al clero, minoriza la atención prestada hacia los utilizados por los estamentos menos favorecidos, en cuyas filas se puede distinguir a los menestrales como personas adscritas a determinado gremio o hermandad, provistos de singulares signos emblemáticos.
Las sucesivas transformaciones sufridas por el solano de nuestras iglesias, nos privaron del exponente simbólico grabado en la cubierta de las tumbas que lo componían, por la reutilización de sus lápidas para otros destinos de sus fábricas, donde se ocultan a la vista para engrosar el culto «a los olvidados».
La referencia más significativa de estas expresivas laudas sepulcrales se encuentra en la villa de Noia, en cuyo cementerio gremial de Santa María a Nova se conserva el conjunto más importante del universo. A falta de semejante representación, nos limitaremos a constatar la conducta adoptada por algunos menestrales de Betanzos a la hora de dictar sus últimas voluntades.
Por lo general, a la hora de señalar el lugar donde desean ser enterrados, delegan la elección en sus deudos mediante la fórmula post-mortem «en donde paresça a mis cunplidores».
La selección es más acusada al tratarse de enterramientos en propiedad, aunque en la mayoría de los casos no llegue a facilitarse identificación documental, como puede observarse en el testamento de Gonzalo de Meixigo, labrador vecino de Betanzos, quien ante el escribano Don Alonso López Ballo, el 13 de Febrero de 1619 (Archivo Histórico Notarial. Protocolo 98, folio 346), dispone que:
«mi cuerpo y carnes pecadoras sean sepultadas en la iglesia del Señor Santiago desta ciudad, en la sepultura en donde esta enterrada María de Deus mi segunda mujer, junto a la capilla de Don Pedro de Ben, que es mía y la tengo senalada».
El 20 de rebrero de 1608, el pedrero (cantero) Gregorio de Román lo hace ante el escribano de Betanzos Don Alonso Vázquez Aguiar (Archivo Histórico Notarial. Protocolo 125, folio 72), quien entre otros mandatos ordena que:
«mi cuerpo sea sepultado dentro de la iglesia de Señor Santiago desta çiudad, en la sepultura que yo allí tengo, questa junto con la questa enterrado Juan de rroman mi ijo y junto con sepultura de Juan rrouco de Parga, que tiene por insinias un Pico y un hesquadra, mando bengan a mi entierro la cruz y cura de la dicha iglesia donde soi parroquiano…».
Una disposición que no tardaría en cumplirse por haber fallecido el 22 de Marzo del mismo año. En 1576 le construía una casa al escribano del número de Betanzos Don Pedro López (Archivo Histórico Notarial. Protocolo 24 del escribano Pedro Manzanas, 16 de Abril), en la calle de Doña Mencía (actual calle de Los Plateros, si bien mantuvo dicha denominación casi que trescientos años, como próximamente demostraremos). De su hijo Juan sabemos que participó como avalista de Juan de Barros para la reconstrucción del Puente Nuevo, y que además construyó «la Puente Limiñón», y de su vecino de sepultura Juan Rouco de Parga, que fue nombrado en 1590 Alferez Mayor y Regidor Perpetuo de la ciudad por merced del Rey Felipe II. En cuanto a la identificación se refiere, nada más que señalar que utiliza los elementos propios de su oficio, las mejores «insinias» de la profesión.
En semejante proceder otorga su testamento el tonelero Juan de Castro el 29 de Junio de 1617, ante el escribano de Betanzos Antonio López Ballo (Archivo Histórico Notarial. Protocolo 96, folio 164), en el que dispone que:
«mi cuerpo sea sepultado en la iglesia de Santa María do açougue do soy feligrés, en una sepultura mía que tiene una mano escripta…».
Una fiel aproximación a la realidad de las «marcas» o señalizaciones mencionadas se encuentra en la iglesia de San Francisco, en cuya portada principal figura una mano cincelada, y en el primer arco del coro una piedra labrada en la que se distinguen con absoluta nitidez, entre otros atributos, un pico y una escuadra.